Mujeres en la historia
Esta semana os traigo una historia que me impactó sobre manera, por lo trágica y por todo lo que significa, la degradación del ser humano, de los civilizados sobre los salvajes.
Sara Baartman
nació en 1789 en una región cercana al río Gamtoos, en Cabo Este, Sudáfrica. Durante su adolescencia emigró cerca de
Ciudad del Cabo donde acabó siendo capturada como esclava por unos granjeros que
la tuvieron viviendo en una cabaña hasta 1810, cuando con 21 años fue vendida al
doctor William Dunlop quien la llevó con él a vivir a Inglaterra. La intención
de Dunlop era mostrarla en su circo como una rareza, pues Sara padecía algo que
actualmente se denomina esteatopigia.
La
esteatogipia es una protuberancia excesiva de los glúteos o nalgas debido a la
acumulación en demasía de grasa, que además se extiende hasta los muslos, y también
produce una elongación de los labios menores de los genitales.
Su nombre
«artístico» fue La venus de hotentote, la palabra hotentote ya era peyorativa,
refiriéndose a los nativos khoikhoi, la tribu a la que pertenecía Sara.
A medida que La
venus de hotentote fue cobrando fama el calvario de Sara fue en aumento. Dunlop
la hacía desfilar por una pasarela, entre los asistentes y por un precio
adicional, tocar, acariciar y pellizcar sus nalgas. En aquella época había un
debate en Londres para la abolición de la esclavitud y la forma en la que Sara
era tratada provocó múltiples protestas, pero Dunlop presentó un contrato que
ella había firmado asegurando que estaba de acuerdo de participar en el
espectáculo.
Aunque una
sociedad benéfica llevó el caso a los tribunales en los que Sara tuvo que declarar
y el espectáculo fue finalmente abolido. Esto no solo mejoró la vida de Sara
sino que la empeoró más aún. Entonces fue cedida a un domador en París
quien la exhibió quince meses más. Allí cautivó la atención del científico George
Cuvier, quien la describió como «una mujer inteligente, de excelente memoria y
que hablaba fluidamente el neerlandés».
Cuando los
parisinos perdieron el interés por el espectáculo, Sara fue obligada a
prostituirse en las calles. Sola, en la calle, pasando frío y calamidad además
del abuso de su cuerpo, pronto enfermó y falleció a los 25 años, el 29 de
diciembre de 1815, solo cinco años después de haber salido de su África natal.
No habían
pasado ni 24 horas de su deceso cuando Cuvier se encargó de su autopsia,
realizando un vaciado en yeso de su cuerpo, extirpando de este su cerebro, su
esqueleto y sus genitales que fueron expuestos en el Museo del Hombre de París.
Sus genitales, especialmente, fueron objeto de una gran curiosidad, y su cuerpo
embalsamado y también expuesto durante más de 160 años.
En 1994, Nelson
Mandela, entonces presidente de Sudáfrica, pidió formalmente al presidente
francés François Mitterrand para que sus restos fueran devueltos a su patria
para poder ser enterrados, lo que no ocurrió hasta el 6 de marzo de 2002. Fue
enterrada el 9 de agosto de 2002, día de la mujer en su país, en una zona cercana
al río Gamtoos, lugar donde nació.
En Sudáfrica es
considerada un símbolo nacional.
Su historia salió a la
luz cuando Stephen Jay Gould escribió la novela The Hottentot Venus en los años
1980.
La historia de
Sarah Baartman no es única, han sido muchos los habitantes de tierras remotas
exhibidos como espectáculos de circo, disecados y expuestos sus cadáveres, y especialmente sus órganos sexuales, en
museos. Sin ir más lejos en España tuvimos a un joven guerrero bosquimano que
fue robado tras su entierro, embalsamado, y que después de una larga travesía por museos europeos, acabó expuesto en el Museo
Darder de Bañolas, en Girona, en sala de los «Mamíferos», junto a simios y
huesos de gorila, hasta el año 2000.
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