octubre 07, 2021

Florence Nightingale, una vida consagrada al cuidado

Hola a tod@s!

Nuestra invitada de esta semana en Mujeres en la historia es una dama a la que le tengo la mayor de las admiraciones, por ser la precursora de la enfermería profesional. Por poner en valor y profesionalizar los cuidados, evitando no se sabe cuantos miles, millones, de fallecimientos innecesarios.




Florence Nightingale nació el 12 de mayo de 1820 en Florencia en el seno de una familia británica acomodada. Fue hija de William Edward Nightingale, un terrateniente sumamente rico, y Frances Smith. Frances, su hermana mayor fue escritora y periodista.

En 1837, inspirada por lo que ella interpretó como una llamada de Dios, anunció su decisión de dedicarse a la enfermería a partir de 1844. Una decisión que le acarreó problemas con su familia, especialmente con su madre y su hermana, pues la enfermería estaba relacionada con mujeres de la clase trabajadora, no de la clase burguesa destinadas a encontrar un buen marido como Florence.  A pesar de su oposición Florence se formó como enfermera, de modo casi autodidacta, visitando los centros de asistencia sanitaria en sus viajes a Francia, Italia, Suiza, Grecia o Egipto. Durante estos viajes escribiría un diario en el que se refleja claramente los conocimientos que va adquiriendo, así como su gran vocación y su filosofía de vida.

En 1847 conoció en Roma a Sidney Herbert, un joven político que se encontraba de luna de miel y con quien inició una amistad que más adelante sería decisiva en su vida.

En 1850 visitó la comunidad luterana de Kaiserswerth, en Alemania, y observó la labor del Pastor Theodor Fliedner y sus asistentes, con los enfermos y marginados, marcándola intensamente. Durante cuatro meses recibió entrenamiento médico que se convertiría en la base de su posterior trayectoria. En 1851 publicó sus experiencias en la institución de forma anónima con el título: La Institución de Kaiserswerth del Rin para el Entrenamiento Práctico de Diaconisas.

En 1853, el 22 de agosto, asumió el cargo de superintendente en el Instituto para el Cuidado de Señoras Enfermas en Upper Harley Street, Londres, ocupando dicho puesto hasta octubre de 1854. En esa época su padre la proveía con 500 libras mensuales, con lo cual podía llevar una vida acomodada.

En octubre de 1853 y hasta febrero de 1856 se desarrolló la guerra de Crimea entre el Imperio ruso y la alianza del Reino Unido, Francia, el Imperio otomano y el Reino de Piamonte y Cerdeña. La mayor parte del conflicto tuvo lugar en Crimea, en el Mar Negro. En ese momento Sidney Herbert estaba al frente de la Secretaría de Guerra y al conocer los problemas sanitarios del ejército posibilitó que Nightingale, y un grupo de 38 enfermeras voluntarias entrenadas por ella, se trasladasen a la zona de conflicto. El 21 de octubre de 1854, partieron hacia el Imperio Otomano.

En los primeros días de noviembre de 1854 llegaron a la principal base de operaciones británica en el cuartel de Selimiye en Scutari (actual Üsküdar, en Estambul). Y se encontraron a un equipo médico completamente sobrepasado por la situación: carencia de suministros médicos, falta de higiene, infecciones fatales, equipamiento inapropiado para el procesado de los alimentos de los pacientes… Se calcula que Florence Nightingale aplicando su modo de trabajo redujo la mortalidad del 42% al 2%.

El primer verano de Florence en Scutari más de 4000 soldados perdieron la vida, diez veces más por enfermedades infecciosas que por heridas de guerra. Las condiciones de hacinamiento y falta de higiene y ventilación en el hospital provocaban que las infecciones no parasen de aumentar.

Seis meses tras la llegada de Nightingale y su equipo una comisión sanitaria llegó al hospital desde Londres que limpió los vertederos contaminantes y mejoró la ventilación provocando que el índice de mortalidad descendiese drásticamente.

El jueves 8 de febrero de 1855, en pleno conflicto, The Times, la describió así en un artículo:

Sin exageración alguna es un «ángel guardián» en estos hospitales, y mientras su grácil figura se desliza silenciosamente por los corredores, la cara del desdichado se suaviza con gratitud a la vista de ella. Cuando todos los oficiales médicos se han retirado ya y el silencio y la oscuridad descienden sobre tantos postrados dolientes, puede observársela sola, con una pequeña lámpara en su mano, efectuando sus solitarias rondas.

Durante la guerra ella no postuló que las muertes se debiesen a las condiciones en las que estaban los heridos en el hospital, pensando que se debía a la mala nutrición, a la falta de suministros y la escasa ventilación. Pero ya en Londres solicitó audiencia a la Reina Victoria y convenció a la monarca de la necesidad de poner en marcha drásticas reformas higiénicas en los centros hospitalarios.

Tras el fin de la guerra, Florence Nightingale comenzó a ser conocida como «la dama de la lámpara».

A partir de 1857, comenzó a padecer depresión e intermitentes postraciones en la cama. La mencionada biografía de Bostridge citó a la brucelosis y a la espondilitis como la causa de sus padecimientos.

En 1859 se publicaron sus Notas sobre Enfermería: Qué es y qué no es, un libro que sirvió como base del programa de estudios de la Escuela Nightingale y otras escuelas de enfermería que siguieron el mismo modelo, a pesar de haber sido escrito como guía para quienes ejercían cuidados de enfermería a domicilio.

En 1860, Florence inauguró una Escuela de Adiestramiento de Enfermeras en el hospital St. Thomas y comenzó a trabajar y escribir sobre diferentes reformas sanitarias.

Alrededor de 1882, las enfermeras de Nightingale gozaban de una creciente e influyente presencia en el desarrollo de la embrionaria profesión de enfermería. Algunas se convirtieron en matronas de hospitales de vanguardia en toda Gran Bretaña y en Australia.

En sus últimos años, Florence Nightingale realizó un exhaustivo informe estadístico acerca de las condiciones sanitarias en las zonas rurales de la India, promoviendo la introducción de mejoras en la atención médica y en el servicio de salud pública en ese país. Fue reconocida con su nombramiento, en 1858, como miembro de la Royal Statistical Society, siendo la primera mujer en acceder a ese cargo.

Nunca se casó, falleció el 13 de agosto de 1910, a los 90 años, mientras dormía en su habitación del 10 de South Street. Le fue ofrecido el enterramiento en la Abadía de Westminster, pero su familia lo rechazó, y fue sepultada en el cementerio de la Iglesia de St. Margaret en East Wellow, Hampshire.

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