Recuerdo el
día de mi comunión con mucho cariño. Fue entonces cuando me regalaron mi primer
diario, y quien lo hizo en realidad no tenía ni idea de lo que hacía, pues en
mayor o menor medida desde entonces nunca dejé de escribir.
Recuerdo que
iba de las últimas en la fila hacia la parroquia, pues era de las niñas más
altas y nos habían ordenado por tamaño. También recuerdo que mi madre casi
tiene que clavarme los adornos con chinchetas pues mi cabello era tan fino que
resbalaban una y otra vez, desesperándola pues la hora se nos venía encima.
Recuerdo la
fila de niñas vestidas de blanco y los niños de marinerito, que mi compañero
era algo más bajo que yo, el danzarín vaivén de la llama de la vela encendida y el empeño de
mi catequista en que me persignara con el dedo apropiado pues siempre acababa
haciéndolo con el dedo gordo.
En realidad conservo
muy buenos recuerdos de aquella celebración; la solemnidad del acto, el intensísimo
olor a incienso, el sabor de la oblea de pan ácimo que se volatilizó instantáneamente
pegada al paladar, la lectura en voz alta frente a toda la concurrencia, el convite con la comida hecha en casa, la
reunión familiar, los juegos con los vecinos y los primos…
Y cuando
pienso en todo aquello no puedo evitar sentir que lo que antaño era una mera
reunión familiar en la que quienes normalmente hacía tiempo que no se veían
compartían risas, charlas y comida (para los españoles si no hay comida no hay
fiesta ;) ) poco a poco fue distorsionándose hasta convertirse en una mini-boda
en la que lo menos importante era la Eucaristía, como sacramento en sí. En la
que los niñ@s vestían trajes carísimos pagados a plazos, en los que había
banquetes con cubiertos desorbitados para los que se solicitaban incluso
créditos a los bancos, y en las que los regalos debían estar a la altura de las
circunstancias.
Sin embargo
ahora, con “esto de la crisis”, por la necesidad que atraviesan la mayoría de
las familias se han visto obligadas a regresar a las raíces de la celebración.
Y claro que hay fiesta y comida, y regalos, pero muy a la medida de cada casa.
Porque lo realmente importante para la celebración de esta fiesta es compartir,
disfrutar de un día que el niñ@ recordará siempre, aunque esto suponga regresar
a casa con el traje de marinerito lleno de lamparones.
Hacer que sea un día inolvidable para los pequeños, ajenos a los dispendios de los adultos, pues al mirar atrás con el paso de los años, aquel que era entonces un niño recordará la fecha con cariño, independientemente de que haya decidido, por sí mismo, si finalmente es cristiano o no lo es.
Hacer que sea un día inolvidable para los pequeños, ajenos a los dispendios de los adultos, pues al mirar atrás con el paso de los años, aquel que era entonces un niño recordará la fecha con cariño, independientemente de que haya decidido, por sí mismo, si finalmente es cristiano o no lo es.
¿Y vosotros,
qué opináis?
Pues yo hice mi comunión enfadado,,, pues no quería hacerla,,, la hice obligado...
ResponderEliminarPero que sí, que tienes razón, es un día para los niños,,, que disfruten de este día tan especial para ellos y no tanta pompa y lujo...
Que al final parece una celebración comercial. cuando lo importante es la felicidad del niñ@ que hace su comunión...
Un saludo María José y buen inicio de semana.
así que enfadado jejeje. Bueno, espero que te haya dado tiempo a hacer las paces ;). pienso que hay que preguntar al niñ@ y actuar en consecuencia. Saludos :)
EliminarLa comunión, la comunión...
ResponderEliminarLa verdad es que por aquel entonces, no me acuerdo demasiado pero bueno, yo era bastante regordeta y no me gustó que estuvieran haciéndome fotos todo el rato. Sin embargo, si que es verdad que me sentía como una pequeña novia. Estaba emocionadisima por aquella especie de can-can que llevaba bajo de mi vestidito blanco. Pero como todo/a niño/a me lo pase genial de aquí para allá todo el rato, así acabo de roto mi vestido.
Muchos besitos guapa!
Me has hecho recordar mi cancán jejeje. Y el vestido roto es exactamente como tiene que acabar ;), saludos.
Eliminarpues mi primera comunión fue austera, realmente austera
ResponderEliminary la disfrute en su esencia
y es que desde siempre participaba en las actividades, incluso hasta en época de Dictadura, con todo y el riesgo, pero no temí, era convicción y aún hoy de repente voy , claro ya no es lo mismo, pero uno sabe de realidades y de extremos
besitos y feliz semana
Lo importante es no perder el norte en la vida, estar en el medio flotando... Un saludos y gracias Lichazul.
EliminarBueno pues es así como tú dices y lo sé muy bien porque en eso estoy inmerso, (soy catequista de niños de primera comunión). En mi vida , ese momento fue algo inolvidable y sé que lo será en mis niños, . y se palpa ya el nerviosismo familiar , aunque como bien dices la crisis está dándole nuevamente un sentido más auténtico,
ResponderEliminarBonita tu entrada propiciando en nosotros aquellos recuerdos.
Besos.
Anda andré que sorpresa, no sabía que eres catequista, entonces tú entiendes de primera mano de lo que hablo. Un saludo amigo :)
EliminarPués mira María José, yo...creo que nos hacía falta un escarmiento.Estabamos pasando ampliamente de muchas cosas y la sociedad se estaba volviendo demasiado simple, sin valores, sin esquemas a los que poder agarrarnos, perdimos mucho el norte, o...se perdió. Yo conservo mi cabeza en su sitio jajajjajajaaj.No se nena, me parece genial que todo vuelva a como antes,esas comuniones que parecían bodas...terroriiiiiiiiiiiificoooooo.Millllllllll besazosssss mi niñaaaaaa
ResponderEliminarEl escarmiento está siendo demasiado largo y demasiado duro... espero que al menos sirva para algo. Un abrazo tesoro!!
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