A
veces se nos olvida el mundo a nuestro alrededor, otras ni siquiera nos importa
porque estamos demasiados ocupados con nuestras miserias personales y nuestra
mirada abarca lo que nuestro propio ombligo nos permite.
A
veces la víctima se convierte en el peor de los verdugos, otras crea un mundo
alrededor de su propio dolor y regodearse en este una y otra vez, en una
sórdida espiral sin salida ni sentido, se convierte en el mero acicate de su
existencia, sin mover un sólo dedo. Un dedo que le permita pinchar la burbuja
que impide tomar conciencia de que hay vida más allá. Y los problemas de cada
individuo son los únicos importantes, sus desgracias son las únicas dignas de
ser escuchadas y sus devaneos mentales los únicos poseedores de la ansiada
verdad.
Y no
es así. El color del mundo es el que pintamos a mano cada día, y cada amanecer
puede ser el primero o el último de nuestra existencia tal y como la
conocíamos, o sencillamente el primero o el último de nuestra mera existencia
mortal.
Por
eso cada día deberíamos utilizarlo para mejorar lo que nos duele, para intentar
cambiarlo o en el caso de que no sea posible superarlo. O al menos poner todo
nuestro empeño en ello, porque cuando llegue el final, cuando llegue la
inevitable ecuación de la que ha sido nuestra existencia las sumas y restas al
menos únicamente de nosotros habrá dependido que lleguen a 0, o tiendan hacia el infinito. Y entonces podremos decirnos a nosotros
mismos; yo estuve allí e hice lo que pude por hacer la mejor jugada con las
cartas que me tocaron.
He
conocido a personas felices con nada y a otras infelices con todo. Ese es el
secreto, la felicidad no está en lo que tenemos o dejamos de tener, sino dentro
de nosotros mismos, de lo que somos capaces de disfrutar con lo que disponemos
a nuestro alcance.
Feliz verano a tod@s!!!