mayo 14, 2012

Mini Bodas


Recuerdo el día de mi comunión con mucho cariño. Fue entonces cuando me regalaron mi primer diario, y quien lo hizo en realidad no tenía ni idea de lo que hacía, pues en mayor o menor medida desde entonces nunca dejé de escribir.

Recuerdo que iba de las últimas en la fila hacia la parroquia, pues era de las niñas más altas y nos habían ordenado por tamaño. También recuerdo que mi madre casi tiene que clavarme los adornos con chinchetas pues mi cabello era tan fino que resbalaban una y otra vez, desesperándola pues la hora se nos venía encima.

Recuerdo la fila de niñas vestidas de blanco y los niños de marinerito, que mi compañero era algo más bajo que yo, el danzarín vaivén de la llama de la vela encendida y el empeño de mi catequista en que me persignara con el dedo apropiado pues siempre acababa haciéndolo con el dedo gordo.

En realidad conservo muy buenos recuerdos de aquella celebración; la solemnidad del acto, el intensísimo olor a incienso, el sabor de la oblea de pan ácimo que se volatilizó instantáneamente pegada al paladar, la lectura en voz alta frente a toda la concurrencia, el convite con la comida hecha en casa, la reunión familiar, los juegos con los vecinos y los primos…

Y cuando pienso en todo aquello no puedo evitar sentir que lo que antaño era una mera reunión familiar en la que quienes normalmente hacía tiempo que no se veían compartían risas, charlas y comida (para los españoles si no hay comida no hay fiesta ;) ) poco a poco fue distorsionándose hasta convertirse en una mini-boda en la que lo menos importante era la Eucaristía, como sacramento en sí. En la que los niñ@s vestían trajes carísimos pagados a plazos, en los que había banquetes con cubiertos desorbitados para los que se solicitaban incluso créditos a los bancos, y en las que los regalos debían estar a la altura de las circunstancias.

Sin embargo ahora, con “esto de la crisis”, por la necesidad que atraviesan la mayoría de las familias se han visto obligadas a regresar a las raíces de la celebración. Y claro que hay fiesta y comida, y regalos, pero muy a la medida de cada casa. Porque lo realmente importante para la celebración de esta fiesta es compartir, disfrutar de un día que el niñ@ recordará siempre, aunque esto suponga regresar a casa con el traje de marinerito lleno de lamparones.

Hacer que sea un día inolvidable para los pequeños, ajenos a los dispendios de los adultos, pues al mirar atrás con el paso de los años, aquel que era entonces un niño recordará la fecha con cariño, independientemente de que haya decidido, por sí mismo, si finalmente es cristiano o no lo es.

¿Y vosotros, qué opináis?

10 comentarios:

  1. Pues yo hice mi comunión enfadado,,, pues no quería hacerla,,, la hice obligado...

    Pero que sí, que tienes razón, es un día para los niños,,, que disfruten de este día tan especial para ellos y no tanta pompa y lujo...
    Que al final parece una celebración comercial. cuando lo importante es la felicidad del niñ@ que hace su comunión...

    Un saludo María José y buen inicio de semana.

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    1. así que enfadado jejeje. Bueno, espero que te haya dado tiempo a hacer las paces ;). pienso que hay que preguntar al niñ@ y actuar en consecuencia. Saludos :)

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  2. La comunión, la comunión...
    La verdad es que por aquel entonces, no me acuerdo demasiado pero bueno, yo era bastante regordeta y no me gustó que estuvieran haciéndome fotos todo el rato. Sin embargo, si que es verdad que me sentía como una pequeña novia. Estaba emocionadisima por aquella especie de can-can que llevaba bajo de mi vestidito blanco. Pero como todo/a niño/a me lo pase genial de aquí para allá todo el rato, así acabo de roto mi vestido.

    Muchos besitos guapa!

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    1. Me has hecho recordar mi cancán jejeje. Y el vestido roto es exactamente como tiene que acabar ;), saludos.

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  3. pues mi primera comunión fue austera, realmente austera
    y la disfrute en su esencia
    y es que desde siempre participaba en las actividades, incluso hasta en época de Dictadura, con todo y el riesgo, pero no temí, era convicción y aún hoy de repente voy , claro ya no es lo mismo, pero uno sabe de realidades y de extremos

    besitos y feliz semana

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    1. Lo importante es no perder el norte en la vida, estar en el medio flotando... Un saludos y gracias Lichazul.

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  4. Bueno pues es así como tú dices y lo sé muy bien porque en eso estoy inmerso, (soy catequista de niños de primera comunión). En mi vida , ese momento fue algo inolvidable y sé que lo será en mis niños, . y se palpa ya el nerviosismo familiar , aunque como bien dices la crisis está dándole nuevamente un sentido más auténtico,
    Bonita tu entrada propiciando en nosotros aquellos recuerdos.
    Besos.

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    1. Anda andré que sorpresa, no sabía que eres catequista, entonces tú entiendes de primera mano de lo que hablo. Un saludo amigo :)

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  5. Pués mira María José, yo...creo que nos hacía falta un escarmiento.Estabamos pasando ampliamente de muchas cosas y la sociedad se estaba volviendo demasiado simple, sin valores, sin esquemas a los que poder agarrarnos, perdimos mucho el norte, o...se perdió. Yo conservo mi cabeza en su sitio jajajjajajaaj.No se nena, me parece genial que todo vuelva a como antes,esas comuniones que parecían bodas...terroriiiiiiiiiiiificoooooo.Millllllllll besazosssss mi niñaaaaaa

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    1. El escarmiento está siendo demasiado largo y demasiado duro... espero que al menos sirva para algo. Un abrazo tesoro!!

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