enero 22, 2017

Acoso escolar

«Escúchame acosador@:
Voy a enviarte un mensaje claro y conciso: Para. Deja de meterte con él, con ella, deja de insultarla, de susurrarle cosas, de utilizarle como burla en cada una de tus ocurrencias. Emplea toda esa energía que estas utilizando para hacer daño en algo productivo. Quizá ni siquiera sabes porqué te produce esa antipatía, esa desazón interior que te lleva a comportarte de ese modo, si es porque tiene sobrepeso, por sus gafas pasadas de moda o porque saca mejores notas que tú, no sabes porqué, pero que te desagrade no te da derecho a hacerle daño. Disfrutas dañando y/o humillando a otras personas, ¿no te da eso qué pensar? ¿Eres una mala persona? Si no lo eres deja de hacerlo y si lo eres busca ayuda, porque las malas personas generalmente son seres infelices. Y recuerda, no porque seas adolescente estás libre del peso de la ley, lo que haces es un delito y está penado. Como te digo, invierte esa energía en algo que no implique lastimar física o emocionalmente a otra persona. Si no paras puede que cuando te des cuenta de lo que has hecho sea demasiado tarde para reaccionar y te arrepientas toda tu vida de un comportamiento que no te lleva a ninguna parte.»

No me gusta hablar de mi vida personal, pienso que a mis lectores poco o nada les importa qué me gusta hacer los domingos por la tarde, o si saqué buenas calificaciones en mecanografía cuando estaba en el colegio. Pero hoy el cuerpo me pide hacer una excepción. Cuando leo casos como los que recientemente han sucedido en los que alguien que está comenzando a vivir decide quitarse la vida porque ha sufrido acoso escolar (o bullying que parece que en inglés las palabras cobran más fuerza) me duele el alma, y no solo porque sea una persona con sentimientos y capacidad de empatía, sino porque yo también lo viví.

No es algo que guarde como un secreto, de hecho en más de una de las presentaciones de Mangaka. Lágrimas en la arena, hemos hablado del personaje de Carla, de sus rarezas y su peculiar forma de ser, debido, entre otras circunstancias, al acoso que sufrió en el colegio. Cuando el tema del acoso escolar ha salido a colación lo he comentado.

No hablo de oídas, no imaginé lo que se siente para escribir la novela, lo viví y lo sufrí siendo una adolescente, como esos chic@s que lamentablemente ya no están con nosotros.





Yo sufrí acoso en el colegio, cuando no se hablaba de acoso escolar, cuando no existían protocolos de actuación, cuando los profesores lo tomaban como «cosas de niños».  A los trece, catorce años era una adolescente más alta que la media, muy delgada, con gafas, tan inteligente como tímida y que además me relacionaba a voluntad con los menos «populares», con quien nadie quería «juntarse» para jugar por X o por Y. Estos fueron suficientes «motivos» como para que Acosador y su corte de fieles me colocase en el objetivo de su punto de mira.

No voy a detallar los episodios que viví, seguro que muchos de quienes me leéis quizá hayáis pasado por lo mismo alguna vez, el problema se agrava cuando no es una vez, ni dos, sino a diario.

«No te preocupes, Acosador va a repetir curso y el año que viene ya no estará contigo» Jamás olvidaré la «solución» que me ofreció mi tutor cuando le conté entre lágrimas que ya no podía más. Porque no solo sufría por Acosador sino por la Enamorada de Acosador, quien pagaba conmigo que él me prestase más atención que a ella (muy a mi pesar).

En mi caso, después de casi dos años, en los que primero callé y después hablé con mi tutor y con mis padres, el acoso cedió porque fui al instituto, a 1º de BUP, lo que hoy en día sería segundo de la ESO, qué ironía, para mí el instituto fue una liberación, y cuando mi padre, cansado de que el colegio no tomase cartas en el asunto, se entrevistó con el individuo.  

Lo curioso es que después de los años, de adultos, por azares de la vida he coincidido con Acosador en más de una circunstancia, hemos tenido que mantener alguna conversación y al dirigirse a mí pareciese que hubiese borrado de su mente todo aquello. Una vez incluso me habló de «los años que coincidimos en el colegio» como si no fuese consciente de lo mal que me lo hizo pasar. Y creo que realmente no lo era, no lo es. Para mí en cambio, el tiempo ha atenuado las sensaciones y los recuerdos, ya no duelen, en absoluto, pero jamás, y digo jamás, podré mirarle sin sentir... dejémoslo en desagrado.


Por eso, si tú que me lees ahora te reconoces en mis palabras, si te sientes como yo me sentía en aquel momento, alza la voz, grita que ya no puedes más, cuéntaselo a tus padres, a tus profesores, a tus amigos, a quien pienses que puede ayudarte, cuéntalo porque no tienes nada de qué avergonzarte, que se avergüencen ellos de su comportamiento, porque tú no estás haciendo nada malo. Busca ayuda, porque no son cosas de niños, no lo era entonces y no lo es ahora. Y créeme, saldrás, seguirás adelante, perseguirás tus sueños y serás feliz, llegará un día en el que dejarás de sentirte mal, en el que dejarás de llorar y ese nudo que te atenaza en la garganta se esfumará. Serás feliz, serás como cualquiera que vive sin esa opresión. Lucha, porque lo conseguirás, estoy convencida :).




María José Tirado

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